Propuesta
Presentado por:
Kelly Paola Cortés Yasno
Id: 639256
Angie Paola Castañeda Rovis
ID. 606313
Fabio Andrés Barreiro Arcos
Id: 587818
Presentado a:
Docente: Carlos Alberto Mejía Botello
Nrc: 5972
Corporación Universitaria Minuto de Dios “uniminuto”
Neiva– Huila
2019
Contexto
identificado:
La Familia Cortes, es una
familia del municipio de Rivera, en ella la conforman los padres, Gustavo y Luz
Torres y sus tres hijos, Alexander, Cindy y Juliana de 24, 19 y 17 años
respectivamente.
El ambiente de la familia
en si es pesado, en el sentido de que se presentan discusiones frecuentemente
entre los hermanos, la madre y el padre, por cosas que a veces no tienen
sentido generar un pleito; específicamente Armando como es el menor de la
familia, es el más consentido, y por eso los otros hermanos le tienen rabia,
porque no le ha tocado vivir situaciones difíciles como sus hermanos mayores, y
la madre siempre le halla la razón en casi todo, además es el más grosero con
la mama y aun así ella lo consiente, el chico tiene habilidad para manipular a
la madre para ponerla en contra de sus otros hermanos, ese es un caso.
Por otro lado el papa es
un viejo canalla, que no ha dado ejemplo a sus hijos, en sí, es un muérgano que
no sabe hacer nada en lo respectivo a los oficios de la casa, lo único bueno
que se rescata de él es que trabaja pero al igual no colabora mucho con las
responsabilidades de la casa, siempre se atiene a que le hagan todo, eso no se
ve bien para una persona, porque hoy en día las personas deben aprender a sobrevivir
en todos los aspectos del diario vivir, me refiero a lavar, cocinar, mejor
dicho ser independiente en esos aspectos.
Parte de este conflicto
familiar se debe a que la madre, trabaja todos los días desde hace más de 15
años, por lo que a los chicos les ha tocado aprender a hacer las cosas por si solos,
pero en realidad ese tiempo que la madre gasta o ha estado en el trabajo, y
ellos en casa, en ese lapso de tiempo entre los hermanos se reparten las responsabilidad
pero no hay autoridad en si, por lo que son chicos y siempre se generan
conflictos por ese motivo.
Propuesta:
Terapia De Familia
Justificación:
Esta propuesta de terapia
en familia es para que los integrantes de la familia den a conocer sus
diferentes puntos de vista, lo que piensan de cada uno, con el fin de llegar
conocer los defectos de cada uno y a mejorar esos comportamientos los cuales
son los que generan el conflicto.
Descripción:
Este conflicto es de tipo
intrafamiliar, compuesto por los padres y tres hijos; entre los factores sociales,
en el entorno se caracteriza por que se ha visto varios casos del mismo
problema, por lo que se debería hacer una campaña para mejorar la convivencia
familiar, esta se puede realizar con la comisaria de familia, o institutos
benefactores.
Formulación
La propuesta está
diseñada para que el conflicto finalice o se mejore en tres o de tres a cinco
fases, con una sesión por semana.
Primera fase: convocar
una reunión familiar para conocer la opinión de cada uno respecto a sus
parientes, interrogándolos a cada uno en privado, y haciéndoles comprometes que
van a cambiar su forma de pensar y actuar frente a la solución del conflicto.
Segunda fase: de acuerdo
al análisis de la primera fase, hablar con cada integrante e implementar la
estrategia de cara a cara frente a cada uno para hacer otro análisis respecto a
lo que piensan de cada uno.
Tercera fase: realizar
una actividad familiar en la que los integrantes puedan compartir entre ellos y
se olviden de las diferencias de cada uno. Por ejemplo, una cena, o ir al
parque de diversiones entre otras.
Cuarta fase: tratar de
que la familia determine y se repartan las responsabilidades del hogar sin
tener que reprochar por la misma, porque para ello aceptaron el compromiso.
Consideraciones:
Determinar en la finalización
de las fases por parte de los elaboradores de la propuesta hacia los actores si
se sienten satisfechos con la estrategia implementada, de lo contrario se
tienen que buscar otras para poder responder ante la solución del conflicto.
Anexos:
Cuento

Me
casé muy joven con el amor de mi vida. Es la mujer más maravillosa que existe y
somos felices juntos, pero a veces, como cualquier pareja, discutimos. Nos
casamos cuando apenas cumplíamos veintiún años, estábamos enamorados, pero
éramos muy inmaduros. Tuvimos que crecer estando juntos y eso nos llevó, muchas
veces, a enfrentarnos y pelear.
Comenzábamos
discutiendo cualquier asunto cotidiano y terminábamos recriminándonos errores
pasados, mezclando un argumento con otro, enredando la situación hasta hacerla
insostenible. Para mí era fundamental hacer que ella comprendiera mi punto de
vista; también quería, a toda costa, que fuera ella la que se acercara a mí y
me pidiera disculpas. El orgullo se convertía rápidamente en una barrera que
nos separaba.
Un
día, luego de una tremenda pelea, fui a casa de mis padres para darnos un
espacio e intentar pensar con claridad. Sentía que ya no podíamos estar en el
mismo espacio y ella creía lo mismo.
Pasé
algunas noches con mamá y papá, sin hablar demasiado de lo ocurrido, e incluso
llegué a pensar que lo mejor era separarnos para dejar de hacernos daño. Pero
entonces sucedió. Mi madre vino a mí, se acercó y me apretó en sus brazos como
cuando era niño. Por un rato no hablamos y luego, así no más, me dijo: "Ella
no es tu enemigo, es el amor de tu vida. No importa cuál sea el asunto, no
importa qué tan grave sea un problema, ella es la persona más importante para
ti, la que elegiste para compartirlo todo. No hay nada que justifique que no le
hables con amor".
Entonces
entendí que todo ese tiempo había estado poniendo mi orgullo por encima de mi
amor, que cada palabra hiriente que nos decíamos me dolía profundamente porque
lastimaba el vínculo sagrado que juramos mantener.
Claro
que seguimos discutiendo. Construir un proyecto de vida con alguien es uno de
los retos más grandes que puede asumir una persona, y siempre habrá obstáculos
y desacuerdos. Pero ahora, cada vez que está a punto de detonarse la pelea, la
miro y algo en mí recuerda que es el amor de mi vida y que nada justifica que
le haga daño. Mi esposa no es un oponente, es mi equipo, mi soporte, el amor
más grande que conoceré, y nada justifica que no le hable con amor.
Me
casé muy joven con el amor de mi vida. Es la mujer más maravillosa que existe y
somos felices juntos, pero a veces, como cualquier pareja, discutimos. Nos
casamos cuando apenas cumplíamos veintiún años, estábamos enamorados, pero
éramos muy inmaduros. Tuvimos que crecer estando juntos y eso nos llevó, muchas
veces, a enfrentarnos y pelear.
Comenzábamos
discutiendo cualquier asunto cotidiano y terminábamos recriminándonos errores
pasados, mezclando un argumento con otro, enredando la situación hasta hacerla
insostenible. Para mí era fundamental hacer que ella comprendiera mi punto de
vista; también quería, a toda costa, que fuera ella la que se acercara a mí y
me pidiera disculpas. El orgullo se convertía rápidamente en una barrera que
nos separaba.
Un
día, luego de una tremenda pelea, fui a casa de mis padres para darnos un
espacio e intentar pensar con claridad. Sentía que ya no podíamos estar en el
mismo espacio y ella creía lo mismo.
Pasé
algunas noches con mamá y papá, sin hablar demasiado de lo ocurrido, e incluso
llegué a pensar que lo mejor era separarnos para dejar de hacernos daño. Pero
entonces sucedió. Mi madre vino a mí, se acercó y me apretó en sus brazos como
cuando era niño. Por un rato no hablamos y luego, así no más, me dijo: "Ella
no es tu enemigo, es el amor de tu vida. No importa cuál sea el asunto, no
importa qué tan grave sea un problema, ella es la persona más importante para
ti, la que elegiste para compartirlo todo. No hay nada que justifique que no le
hables con amor".
Entonces
entendí que todo ese tiempo había estado poniendo mi orgullo por encima de mi
amor, que cada palabra hiriente que nos decíamos me dolía profundamente porque
lastimaba el vínculo sagrado que juramos mantener.
Claro
que seguimos discutiendo. Construir un proyecto de vida con alguien es uno de
los retos más grandes que puede asumir una persona, y siempre habrá obstáculos
y desacuerdos. Pero ahora, cada vez que está a punto de detonarse la pelea, la
miro y algo en mí recuerda que es el amor de mi vida y que nada justifica que
le haga daño. Mi esposa no es un oponente, es mi equipo, mi soporte, el amor
más grande que conoceré, y nada justifica que no le hable con amor.